viernes, 10 de abril de 2015

Quitar las cartelas no es desarmar al visitante

Aquí y aquí puse sendas entradas sobre cartelas. En la primera defendía que no poner cartelas es como escribir sin signos de puntuación y en la segunda que las cartelas es aconsejable se ajusten a las coordenadas de la exposición por encima de las rigurosidades normativas.

He visitado recientemente el museo de la Fundación Carlos de Amberes de Madrid dedicado a maestros flamencos y holandeses, cuya web se encuentra aquí, y he comprobado que el ajuste de las cartelas a la realidad de la exposición puede llegar a significar la desaparición de aquéllas. O su traslado al papel, al catálogo, desapareciendo de las paredes.

A la entrada del museo, que es de pago, el visitante recibe de forma gratuita un pequeño catálogo dedicado a la exposición permanente y otro a la temporal. La estructura de estos catálogos es la de las exposiciones: por temas. Cada tema está muy bien explicado. No lo están menos las obras encuadradas en cada tema. Éstas cuentan con descripción detallada, contexto y reproducción a color. Es un catálogo no muy extenso, pero aguanta una visita de unas dos horas.

El responsable del museo ha decidido apostar por visitas bien documentadas de perfil alto (expertos o al menos público interesado). Las cartelas a pie de obra podrían haber desvirtuado esta línea de ataque. El público diana de este museo no las necesita.

Apostar por una sola carta, o poner todos los huevos en una sola cesta, es arriesgado. Por ejemplo, en la exposición temporal que lleva por título "El auge del paisaje" el itinerario marcado por el catálogo no coincide plenamente con el de la exposición. Esto es así imagino porque el catálogo se llevó a imprenta antes de empezar a montar y la exposición, en el ínterin, cambió de esquema. Un detalle, pero que entorpece la visita.

En Valdecilla... no creo que fuera buena idea aplicar la misma lógica que la del museo madrileño. Éste recibe visitas expertas y la exposición Valdecilla... espera ser de interés general, lo que desaconseja condenar al mero curioso a una lectura atenta de un catálogo que por muy asequible que sea seguro que se le hace difícil. Prefiero que los curiosos, que preveo sean muchos, salgan con una idea más o menos clara de la exposición con la sola lectura de las cartelas (un nivel básico de lectura) a que salgan sin haber aprendido nada por haberme centrado yo en las necesidades de los visitantes expertos, lo que no implica que desatienda a éstos, al contrario, podemos colocar cartelas a nivel básico (para todos) en la exposición y luego poner a disposición de los expertos una guía que se pueda descargar de forma libre y gratuita desde internet. Cubriríamos así todas las necesidades, que es lo que corresponde a una entidad pública.

No me gusta la idea de dar todo a unos pocos a costa de dar poco a muchos. Prefiero que unos y otros, curiosos y expertos, reciban el mismo contenido básico sin descuidar, eso sí, que quien quiera más, el experto, tenga medios a su alcance para profundizar en la exposición a través de, por ejemplo, un catálogo en línea.