Hace escasos días se celebró en Santander un triple congreso nacional de Anatomía Patológica que, entre otras iniciativas, supuso la publicación de un libro dedicado al Dr. Pío del Río Hortega, vinculado al primer Valdecilla, firmado por el Dr. Félix Arce. El libro lleva por título El Hospital Marqués de Valdecilla y D. Pío del Río Hortega (Visión cariñosa de una relación fugaz). Es un libro de edición no venal, es decir, que no se encuentra a la venta.
Tomamos prestados los párrafos dedicados al Dr. Pío del Río Hortega en el exilio:
"La Guerra Civil española determinó que los bombardeos de la ciudad universitaria pusiesen en peligro las colecciones de preparaciones y los microscopios del laboratorio del Instituto de Oncología que, tras sacar esas partes valiosas en una arriesgada y casi novelesca odisea del propio D. Pío junto con su sobrina Asunción y su amigo Nicolás Gómez, hubo de cerrar él mismo, tanto el laboratorio del Instituto como el de la Residencia de Estudiantes. Junto con el radio que había en el laboratorio del cáncer (un elemento valioso entonces) y con las preparaciones, se trasladó a Valencia, donde el Gobierno de la República se había establecido. Por cierto que ese traslado del radio fue causa de que las tropas franquistas le acusasen del robo del mismo, de la misma forma que se acusó de ese robo en Santander a López Albo (y, otra vez, al mismo D. Pío) que lo había trasladado a Francia, de donde retornó terminada la contienda.
"En 1937 D. Pío se traslada a París y luego al Nuffield Institute de Oxford, donde se le permitió replicar (hasta en los menores detalles) una copia perfecta del laboratorio que había en la Residencia de Estudiantes. Allí, hacía, además las biopsias intraoperatorias cerebrales de uno de sus mayores defensores, el profesor Cairns, biopsias que, según sus coetáneos, diagnosticaba en unos 8 minutos. Allí, rodeado de discípulos, consiguió retomar sus investigaciones, e incluso acudía a unas tertulias con otros expatriados como Severo Ochoa, Trueta, Salvador de Madriaga y tantos otros ilustres, pero los bombardeos de Londres le producían una terrible inquietud, hasta que determinó marcharse a otro lugar más seguro.
"La universidad de Oxford le nombró lector, y Doctor Honoris Causa en 1939. En la fiesta que se dio para el nombramiento, acudió el viejo Sherrington, aquel Premio Nobel que ya había acogido tantos años antes a Cajal en su casa y que aprendió español para poder leerle en su idioma. D. Pío quedó conmovido ante amabilidad de Sherrington, que se había desplazado a pesar de sus muchos años, para estar presente en la ceremonia. El nuevo gobierno español, bajo la acusación (falsa) de masón y republicano, protestó por los honores conferidos a D. Pío y le despojó de los cargos y honores que había recibido en España.
"Aunque eran muchos los hospitales y universidades que le hicieron ofertas (Penfield fue de los más insistentes, como después insistió con otro de sus discípulos Isaac Costero, obteniendo al final la colaboración de otro más de los discípulos de D. Pío, Prado Such), escogió la invitación de la Instituto Cultural Español de Buenos Aires, estableciéndose en el Hospital de Santa Lucía, donde, otra vez, se hizo construir un duplicado de laboratorio igual al de su querida Residencia de Estudiantes. Junto a discípulos como Polak, a quien había conocido en Oxford, Prado, Zimman y otros, continuó trabajando y publicando. Nombrado Profesor Extraordinario (y Doctor Honoris Causa) de la Universidad de La Plata, vivió unos pocos años felices (incluso era un contertulio habitual de “La casa de la Troya”, local regentado por un gallego emigrante, tertulia que compartía con otros exiliados como Falla) hasta que, en 1944 él mismo se diagnosticó un tumor maligno en una biopsia uretral. Aún tuvo tiempo y fuerzas para participar en Montevideo en unas jornadas conmemorativas del 10º aniversario del fallecimiento de Cajal, pero su salud se resintió y falleció en Buenos Aires, el 1 de junio. Es cierto que, durante esta última fase de su vida, el gobierno franquista hizo algún discreto contacto para ofrecerle su traslado a España e incluso, tras su negativa, pagarle sus gastos hospitalarios en Argentina. La contestación, sarcástica, de D. Pío, recordando que le habían acusado de robo de material valioso, terminó con aquellos intentos de acercamiento.
"A sus exequias, en las que estuvieron con sus amigos y discípulos, miembros de la intelectualidad científica argentina, francesa, inglesa y de los exiliados españoles, el Gobierno español no envió ninguna representación oficial. Houssay, que poco tiempo después recibiría el Premio Nobel, leyó la necrológica, aprovechando para hacer más un mitin antiperonista que la exaltación del investigador. 41 años después de su fallecimiento, sus restos mortales fueron inhumados en el pabellón de Hombres Ilustres de Valladolid."