lunes, 25 de mayo de 2015

Textos de los escritores Max Aub y Ocharan Aburto relacionados con la Casa de Salud Valdecilla (1937)

En la exposición hemos dedicado una pared a la Guerra Civil. Por no descentrar la exposición con este tema tan complejo, hemos reducido el material expositivo de este bloque o pared a tres elementos: dos vinilos de pared y una vitrina. En la vitrina hemos incluido material del Santander republicano en guerra y de la más temprana posguerra. En otra entrada lo explico en detalle. Ahora me quiero centrar en los vinilos.

A la izquierda de la vitrina hemos puesto un vinilo de pared que recoge un texto de Max Aub, escritor del exilio, en el que una de sus protagonistas huye del bombardeo de Gernika, recala en Santander, donde trabaja en la Casa de Salud Valdecilla, y de aquí pasa a Gijón y después a Francia. No todos tuvieron la misma suerte. Recordemos a la bibliotecaria y periodista Matilde Zapata, que intentó la misma peripecia pero fue interceptada en el mar de camino a Francia, apresada y asesinada en Ciriego.

El texto de Max Aub dice como sigue:

“En Bilbao la gente vivía en la calle, en las puertas de las casas, con la chiquillería alborotada, a mano, para poder correr más pronto a los refugios al producirse las alarmas. Las mujeres, sentadas en los quicios, hacían calceta.

El día en que la aviación al servicio de los rebeldes arrasó Guernica, Rosario salió para Santander.

La abuela se quedó; no podía con la grasa que le ahogaba el corazón. En la capital montañesa, Rosario prestó sus servicios en el Hospital Valdecilla. Fue evacuada, en el último momento, por mar, a Gijón. Al llegar allí se había confiado en manos de don Luis Sarrasqueta, viejo socialista bilbaíno, encargado de una parte de la evacuación. Así desembarcó la joven en La Rochelle, después de un viaje horro de otras peripecias como no fuera el ametrallamiento del barquito por un avión”.

Está tomado de Campo de sangre (1945).

A la derecha de la vitrina hemos puesto otro vinilo con un texto del castreño Ocharan Aburto. Este escritor estuvo escondido en el pabellón 17 los trece meses republicanos de Santander en guerra. Durante este tiempo escribió Maleficio, una novela muy mala, pero cuya introducción no tiene precio. En ella relata sus meses escondido en la Casa de Salud Valdecilla.

El texto del vinilo es como sigue:

“Llevo cinco largos meses, cinco interminables meses de permanencia en la Casa de Salud Valdecilla, pabellón 17, habitación número 8. (…) Hay un cuarto en este pabellón, el correspondiente al número 5, que, generalmente, se destina a enfermos que prestan sus servicios en la casa. En este cuarto se hallaba en cama una enfermera. (…) Sacábanla (…) al pasillo siempre que sonaban las sirenas. (…) Tuvo la malograda joven la suerte de que su novio la proporcionara un confesor y los auxilios de nuestra religión, administrados con una sublime y emocionante clandestinidad. (…)

¡Fuera penas, fuera malas sugestiones! No estoy en la Casa de Salud Valdecilla. No tengo a un lado un pabellón donde se alojan tuberculosos; al otro, el que ocupan los de secretas dolencias; más allá, el de los enfermos mentales, y un poquito más lejos, el depósito de cadáveres, y casi a mi lado, el recinto de cancerosos, etc. No. Nada de esto es la realidad que me circunda. Esforcemos la imaginación. Hagámonos a la idea (...) de que nos hallamos en un cómodo despacho, en mi despacho particular, antes de que en él se practicara la requisa de su biblioteca y se cometieran otros infinitos despojos.

El día convida a desechar sombríos pensamientos, pues este seis de junio se presenta espléndido”.

Está tomado, como decía, de la introducción de Maleficio (1938).

Durante una visita de días pasados Joserra (no me acuerdo de sus apellidos, lo siento) comentó que recordaba otro texto de Max Aub que hacía referencia a la Casa de Salud Valdecilla y a la caída de Santander en agosto de 1937. Este martes lo localizó y me lo envió el escritor Rafael Pérez Llano. Se titula "Santander y Gijón" y está incluido en No son cuentos (1944). Podéis leer un fragmento aquí. Es un texto estremecedor. Aprovecho para dar las gracias a Joserra y Rafael.